esa mujer
que escribía
con pautas en los bolsillos
cuando alineaba
piedras en las lecciones
esa mujer
que perdió
cada celda del calendario
y masticaba
las sobras del domingo anterior
esa mujer
que
atrincheraba paraísos interiores
y aprendía
las canciones de la protesta
esa mujer
que amaba
cada uno de los templos
donde
plañían los deseos de las vestales
esa mujer
que vomitó
las granadas de mil guerras
mientras
cosía heridas con hilo de bramante
esa mujer
que sucumbió
a los aullidos de los lobos
destilando
el agua de los resucitados
esa mujer
la que te
amaba
y ya no soy
Bueno, eso dices al final de tu poema, pero seguro de que sigue ahí esa mujer, en tu interior, en el fondo de tu corazón, porque esa mujer, tu protagonista, seguirá siendo y existiendo, a pesar de todo y mal que te pese, en tus versos.
ResponderEliminarUn abrazo.