EN ESTE DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA, QUIERO REGALAROS ALGUNOS DE MIS POEMAS QUE MÁS GUSTAN EN LOS RECITALES.
COMO DICE MI QUERIDÍSIMO ELOY SÁNCHEZ GUALLART, CON CARIÑO Y UN PELÍN DE RECOCHINEO, MIS "GREATEST HITS":
Subes a una loma y oteas
sin evidencia de águila,
con mirada de universo
y los bolsillos de piedra.
Ya nada es lo mismo
en distancias de años luz.
Minúsculos seres plagian vidas
y simulan ser savia y flor
en los pastos de las regiones rubias
de los hombres sin espinas.
Solo el agua mantiene
la norma infinitesimal de la lluvia
en terrenos abonados
por dioses de papel.
En cambio, yo, aquí, en el llano,
veo cómo te alzas
libre fotón etéreo.
Y un calor de pájaro nocturno
sobrevuela mis mejillas.
(Subes a una loma)
Esa habitación vacía es testigo
de que la vida pasa,
de que no estás.
O quizás sí.
A veces vuelves, a ratos.
Y traes el viento frío del norte
y la luz de tu mirada alumbra menos.
Tengo mandarinas en la cocina
y todos los besos en mi horno.
Prometo regalarte la primavera.
(Lyon está tan lejos)
No son días de mariposas.
Son días de tejedores de telas de araña,
de manos vacías y rostros manchados
- desesperanza que tizna
un rostro infantil-.
Ya no trae el viento
el eco de un columpio
ni la risa desciende
por un tobogán.
Se han perdido los niños en la arena
que amortaja el aceite de las piedras:
en las olas negras que vomita el mar.
Hay un cielo masacrado
donde los ángeles reclaman sus alas
y juegan los niños a ser
tierra fértil.
Casi luz.
Sus voces serán simiente,
pan de los tiempos nuevos.
Entre susurros de hierba,
crecerán.
(Tomahawk)
Ella mira tras la ventana.
Las palomas como gárgolas
lloran en el tejado.
Toda la tristeza que la viste
lleva olor de valeriana.
Mi madre
que bailó con las orquídeas
en pérgolas de primavera
y diseñó olas amarillas
para sus pies descalzos.
Mi madre
que desalojó los fantasmas
de todos mis armarios
para llenar los estantes
con fruta madura.
Mi madre
solo sabe -ahora- contar
del diez al cero las nubes
y fundirse lentamente
como granizo en agosto.
Ella mira tras la ventana.
Al este,
nace la luz.
(Mi madre)
No puedo hacer las camas.
Hay una niña en el pasillo.
Llora
acurrucada en un rincón.
Mi casa se ha vuelto
un laberinto de sombras.
Recovecos infieles
de los planos más obvios.
Solo intento continuar
mis tareas cotidianas,
pero ella no atiende
mi súplica de silencio.
Llora
y araña el suelo
observando encogida
los surcos inútiles:
reconozco su mirada,
su estupor
- casi su reproche –.
Llora
y va menguando en el llanto.
Tal vez,
dentro de unas horas,
no sea más que un charco en mi pasillo.
(Somalia, por ejemplo)
La noche se ha comido mis entrañas.
Me levanté vacía, liviana.
Translúcida la piel.
Henchida del sol que llega
con las cigüeñas
y anida en lo alto
de una torre solitaria.
Me he llenado de luz
y de campanas,
como cada mañana,
cuando tú abres los ojos
y amanece.
(Con las cigüeñas)