Una casa vacía está llena
de silencios y reverberaciones.
Las paredes susurran
palabras nunca dichas
y gritos que azulean
los marcos de las puertas.
Tú tenías celos del habitante de la
casa,
del pintor de estrellas en el techo
de una alcoba en la que nunca dormí.
Siempre fuimos fantasmas
atravesando paredes y cristaleras,
como rayos de sol bailando
en una cocina solitaria.
¿Recuerdas?
Era un delantal que cantaba algo estúpido
Era un delantal que cantaba algo estúpido
y un rumor a patio andaluz en los
geranios.
Ahora caminas lento, como antes,
ahora que te marchas al futuro,
ahora que sé que tus manos
ya no preguntan más por mi piel.
Pero te entiendo.
Este mundo va a la deriva.
Era imposible continuar el viaje
con un corazón como el tuyo.
Era mejor apearse
en el primer plenilunio de primavera.
A Francisco Cuevas Hernández. Mi sol.