Queda media
hora de sutil incandescencia.
Después de
treinta días de rescatar del naufragio las tablas con que construimos los
sueños sin terminar, solo nos quedan palabras, canciones y buganvillas,
palideciendo entre la hiedra trepadora de nuestra pared.
Los huertos
emanan primavera y azahar. Paz.
Los extraños
augurios de los gatos que gimen a la luz del plenilunio son mensajeros de las
voces de la noche.
Los perros,
en cambio, lamen callados las llagas envueltas en hojas de sol.
Al final
viviremos entre algas y espuma. La sal será un collar de diamantes que atrapará
nuestro cuello.
Dentro de
mí, oasis de verbos, habita el alma de la ciénaga y el cuerpo de los océanos.
Dentro de
mí, en el silencio, soy.