Publicado en Levante deCastellón el 16 de Diciembre de 2011
Se ha publicado recientemente un libro de poemas: “Manual para entender las distancias” de la poetisa castellonense Amelia Díaz Benlliure, en el que nos advierte, subidos a lomos de sus bellos poemas, de lo nocivas que son las distancias que nos separan de nuestros semejantes y el entorno que nos rodea, incluso de nosotros mismos, si no somos capaces de entenderlas y hacer un esfuerzo por salvarlas. Lejanías marcadas por el desamor y el deseo de estar con la persona amada, pero también construidas por la indiferencia a la pobreza, la miseria, la injusticia y los abusos que a diario se comenten por los poderosos contra los indefensos.
¿Pero por qué es importante que entendamos las distancias? Quizá porque si somos capaces de comprender el motivo de las mismas, entenderemos la raíz de lo que sucede a nuestro alrededor, más allá de los mensajes machacones sobre deudas, primas, mercados y recortes de gasto, que sólo tratan de disminuir nuestra capacidad de compresión, de poner distancia entre el pensamiento y los hechos consumados. De esta manera, al alejarnos de la filosofía y de sus enseñanzas sobre la ética, como elemento de pensamiento capaz de reducir distancias entre la indiferencia y el compromiso hacia nosotros mismos y el entorno, negamos la posibilidad de construir ideas que nos den otra visión de la realidad menos pasiva y egoísta.
Juzguen si no por ustedes mismos nuestra actitud hacia todo lo que está sucediendo en los últimos meses. La corrupción que como una infección se ha extendido por instituciones y dirigentes políticos en la Comunidad Valenciana, se ha visto con tal lejanía por la sociedad que no sólo ha dejado de castigarse, sino que los responsables de ella, han sido premiados en las urnas. El silencio que la sociedad valenciana está teniendo ante los recortes del estado de bienestar, ha dado carta de naturaleza a los recortadores, por la distancia existente entre la defensa de nuestros derechos y calidad de vida, y la indiferencia hacia políticas que están muy alejadas de nuestros intereses como colectivo social. El Ayuntamiento de Castellón, con un equipo de gobierno que se niega sistemáticamente a alcanzar un gran pacto económico, está poniendo en práctica una política económica muy distanciada de las necesidades de la población, sobre todo de la que menos tiene. La distancia con la clase dirigente castellonense ha llegado a ser tal, que la Diputación organiza encuentros de munícipes afines, que tratan de justificar su existencia frente a los críticos de la institución, derrochando recursos y tiempo, en una acto de autobombo, que podrían dedicarse a sufragar inversiones, de las que tan necesitadas están algunas localidades de la provincia. El cambio climático, la pobreza vergonzante que vive gran parte de la humanidad, las guerras perennes que solo traen destrucción y miseria, la persecución y linchamiento del diferente por razones de sexo, raza y religión que se practican en muchos países del mundo, incluidos los del orbe democrático occidental… todo ha sucumbido al egoísmo de la crisis y la propaganda del conservadurismo neoliberal que está arrasando nuestras sociedades, poniendo una distancia insalvable entre ricos y pobres, entre débiles y poderosos, entre dirigentes y ciudadanos.
La distancia entre lo que somos y queremos, y entre los que nos dejan ser y obligan a hacer, ha crecido tanto en los últimos años, que parecemos una sociedad de individuos abúlicos e indolentes, a la espera de que una mano magnánima nos salve. Pero nadie nos va a salvar, si no vean como los que han salido triunfantes en las últimas elecciones ya nos anuncian sangre, sudor y lágrimas desde la lejanía del poder; si no veamos como en la sonada Cumbre Europea de la semana pasada, sólo se ha puesto remedio a los problemas que afectan a los intereses de los gobernantes europeos actuales y sus amigos, a mucha distancia de nosotros y nuestras vidas marcadas por el ajuste y la renuncia.
Si no somos capaces de entender las distancias, nunca podremos salvarlas, reducirlas, para que la confluencia de nuestros intereses individuales y colectivos sea real. Porque en la cercanía se les puede mirar a los ojos a los que levantan muros, llenan de cadáveres, metafóricos y reales, las calles y los campos, y es en esa distancia corta, cuando les podemos exigir que se vayan, que dejen de destruir nuestro bienestar, para ser ellos más ricos y poderosos, pero antes hay que volver a la filosofía como sabiduría que nos va a dar la claves para entender qué pasa y por qué pasa. Volver a la poseía, en su tradición clásica de literatura para acabar con las injusticias. “La poesía es un arma cargada de futuro” escribía Gabriel Celaya en unos maravillosos versos. Y para conquistar ese futuro, hay que entender las distancias, porque como dice Amelia Diaz, en un hermoso poema de su libro: “Me prohibieron imaginar:/invente paisajes./Me obligaron a dormir:/creé los sueños./Me quisieron enjaular:/me volví lluvia./Me hicieron arrodillar:/planté semillas./Me impidieron escribir:/me hice poeta”.