Quiero escribirte, amor, palabras que recorran los senderos nevados para salpicarlos de flores de buganvilla. Ayer encendí una hoguera con ramas de olivo. Encontrarás los rescoldos borrando las huellas del vaho frío de tu ventana.
Quiero escribirte, amor, que, con el alba, me escapo al círculo que abre la puerta del mar. Allí la vida se detiene en el espacio hueco entre el monte y la playa.
Si cierro los ojos, veo el azul cobalto. Y aún sonrío.
Pesa la ausencia, sí, pero más el tiempo escurrido.
A veces, siento tu mirada gris de jilguero cautivo, tú que fuiste águila real.
Y querría hacerte alas azules y sueños tibios cosidos a tu piel con las yemas de mis dedos.
Quiero escribirte, amor, que en las horas de la noche, donde las palabras arden en la boca de los poetas, donde el vino hace comunión con la sangre y el sexo se amotina libre, llegaría hasta la frontera que traza tu ombligo. Allí, en tu vientre, están las raíces de todo lo que te escribo.
Deseo que, al recibo de esta, amor, ya no sientas tanto frío.