Tal vez hubo una noche
sin metáforas ni versos rotos,
de absurdas pieles vencidas
conteniendo las premuras
con lazos de papel.
No recuerdo la loza,
ni el cristal transparente,
ni las velas, ni el incienso,
ni los pétalos de flor.
En la cocina amanecía
un sol de medianoche
cuando tus dedos dibujaron
la herida de mi sexo
y tu grito rompió las fronteras
del pecado intemporal.
Esa miel será alimento
en los días intrascendentes,
cuando mis brazos se extiendan
y no te hallen.