Azul Mar Eterno

Asómate a mi mar.
Confunde su azul con el cielo.
Mar traquilo y sosegado.
Mar Eterno.

SE BAÑAN EN MI MAR

martes, 23 de agosto de 2011

PÁJAROS PERDIDOS



desde el frío sur
a morar en aljibes   
de aguas oscuras.

La noche se calla.
Caricias aladas,
suave silencio.

Noches que inventan
geografías de nidos
y mapas de tiempos.

Y, ahí,
en esa sombra de dulce de leche,
te encuentro eterno entre los versos.
Te encuentro estribo.
Te encuentro, compañero.



(Para Diego, con cariño inmenso. Te quiero)

jueves, 18 de agosto de 2011

TAREAS DE VERANO

                         I

Volver al capullo
-crisálida inversa-

Colonizar los estanques
y los monasterios.

Recuperar la sonrisa
de la frontera.

Levitar tu vientre.


 II                                    

Perder el miedo
a las arenas movedizas. Delegar
la confianza en los girasoles.

Arrancarse de cuajo
las gafas,
la ropa,
los prejuicios.


                         III

Hacer la siesta abrazada a la duda
de si es la brisa o tu caricia
la que me eriza la piel


martes, 16 de agosto de 2011

SIEMPRE TE RECIBO


Siempre te recibo
en las horas y en los siglos.
En los caminos viejos te recibo.
En lo que lo se dice compañía
y yo digo frío.

Los meses muerden mi boca
y emborronan cada página que escribo.
El polvo cubre los libros.
A veces, grito.

Las runas insisten
y yo me aparto
y no miro.


viernes, 12 de agosto de 2011

TRES ANILLOS

Volveremos a las cavernas,
al silencio de los monasterios,
a las bocas tapiadas,
a los ojos de piedra.

Han levantado un muro
que condena las palabras
a la era de las razones.
Llega la asfixia y el frío
inconmensurable del averno
atravesando el vientre
de las mujeres mitológicas.

Y el verbo se hace pliegue de piel,
el rumor de una fuente que mana
cristales de silicio.

La nada.
El crepúsculo.
El enigma de los tres anillos.


miércoles, 10 de agosto de 2011

MAGIA

Un lunes especial, bajo la luna, sobre la arena, entre poetas.
Se creó magia.

GRACIAS A ANNA ROSSELL, QUE LO CONSIGUE CADA LUNES CON SU ESFUERZO.


Mayde Molina, Anna Calero, Anna Rossell, Manolo Ávila

Ricardo Fernández, Guillem Vallejo, Domingo Sánchez

Felipe Sérvulo y Marcelo Díaz


Felipe Sérvulo, Marcelo Díaz y Amelia Díaz

Marcelo Díaz

Guillem Vallejo

Amelia Díaz


Y, si queréis ver más:


sábado, 6 de agosto de 2011

I Y II

I

La noche caía sobre el patio de los locos
donde todos los pijamas eran verdes
y las palabras no necesitaban
ser pronunciadas.


Había un zumbido en zigzag,
un gemido profundo
del otro lado de la luz,
una habitación sin colores
y un mundo ficticio
asomado al cristal.


Bastaban las manos para saber
de las líneas que ya no se escribirían
ni de los silencios
que me traerían su nombre
en las tardes de los árboles sin hojas,     


Nacemos frágiles y así morimos.

Máquinas que alargan el hálito,
panaceas irracionales
que ordenaban las jornadas,
desdibujadas y brumosas,
claudicadas a lo inseguro.

De pronto, era trascendental
dominar números necios:
la cantidad de orina diaria,
más que las últimas lluvias
de las primaveras tropicales.

Esos números, esas máquinas
hilaban la rutina necesaria
en la conmoción de los minutos
que escapaban atrás y adelante
en el recorrido imposible
entre el alba y el crepúsculo.

Era extraño viajar en la dimensión
de ese mundo dual
entre pretéritos y sueños.

Naufragamos en un desierto
de paredes encaladas y yermas,
mientras la certeza del miedo
se aferraba a las manos.

Y las manos hablaron
como hablan los niños,
con el lenguaje libre de las flores,
dejando deslizar las luces
oscurecidas  del hospital.



  II

Sus manos contaron memorias
de los niños sin padres
recluidos en las sombras
de un templo profanado
tras el exilio de los dioses.
Fueron tiempos oscuros
de paraísos mutilados
y de amapolas desangradas
en los campos cordobeses.

Noches de mareas
y de halos fantasmales
de madres que extraviaron
su aroma de leche y miel.
Tiempos que devinieron
en días nuevos y ajados
de huesos fosforescentes,
abandonados en los suburbios
de las necrópolis.

Malditas guerras cainitas
que cercenan las sonrisas
a las ramas abatidas
de los olivos originarios.



Hacía frío.
Tenías hambre.
Estabas solo.
Tenías hambre.
Sentías miedo.
Tenías hambre.
Dios no existía.
Tenías hambre.
Desheredado.
Tenías hambre.



Le escuchaba susurrar
las desventuras gélidas
de sus años tiernos
y toda mi piel gritaba
la injusticia,
la ironía
del hospicio al hospital.













lunes, 1 de agosto de 2011

PATAS DE PALO

 Para Nando, con cariño.


Cómo hablar
de tu niñez a solas,
de los juegos rechazados
y los sueños de ángel
en los que podías volar.


No hubo bolero tan azul,
ni territorio tan frío,
como los abrazos desiertos
de una absurda adolescencia.


Cómo hablar de las horas
en que navegabas sin velas,
anclado a esa silla,
tu compañera.


Tus patas de palo
no fueron las del pirata
conquistador de océanos
sino la cruz desalmada
donde
-todos-
clavamos tus quimeras.