A veces, temo que se me desdibuje su cara, que se pierda en mi memoria el sonido de su voz, que olvide su olor…
Por eso, de vez en cuando, pongo vídeos antiguos.
Por eso entro en su baño para oler su colonia y abrazo la camisa que mi madre conserva sin guardar en el armario, colgada del galán de noche, como si aún esperase a su dueño.
Hoy hace cinco años de la última charla con mi padre.
Los últimos días hasta que murió, el veintiocho de octubre de 2005, son una nebulosa en mis recuerdos. Se resisten a olvidarse pero no se quedan fijos lo suficiente como para poder recordar y retener cada detalle.
En abril de 2005, mi padre empezó a encontrarse mal.
La espalda le dolía terriblemente y casi arrastraba una pierna al caminar. El médico lo achacó a las dos hernias discales que tenía en la columna y le atiborró de antiinflamatorios y analgésicos. De vez en cuando le cambiaba el tratamiento y así siguió algunos meses, hasta que mi padre ya no pudo acudir al centro de salud y éramos mi madre, mi hermana y yo las que íbamos a por la medicación.
En junio, la desmejora de mi padre ya fue patente. Los nueve kilos perdidos, las ojeras, el andar doliente…de repente los setenta años tan bien llevados (qué presumido era, qué coqueto…) se convirtieron en veinte más. Pasó de aparentar sesenta a ochenta años en dos meses.
El veinte de junio ingresó de urgencia en el Hospital General.
Fueron unos días terribles.
Las miradas entre mi hermana y yo decían que ya sabíamos lo que los médicos nos dilataban.
Pruebas y más pruebas. Horribles y dolorosas.
Y siempre la duda, la incertidumbre…que era lo más penoso.
Suplicando información. Y siempre dándonos largas…
Y noches eternas escuchando los quejidos de los compañeros de habitación que pasaron por allí en cuarenta y cinco días agónicos. Noches de mal dormir en un sillón, vigilando a escondidas el subir y bajar del pecho de mi padre, con el corazón encogido por el temor de no verlo respirar.
Hasta que, a finales de julio, llegó el diagnóstico: cáncer de pulmón, con metástasis en huesos e hígado.
Terminal.
Nos trasladaron al Hospital Provincial, a la sección de oncología, y comenzó el principio del fin.
Aprendimos a cerrar el gotero cuando se terminaba. A distinguir el sonido de la máquina que controlaba el suministro de sueros y morfina.
A ponerle el oxígeno cuando la respiración se hacía fatigosa.
Aprendimos a vivir días extraños.
Días extraños, dejando de lado trabajo, casa, marido e hijas. Días de combinaciones imposibles intentando llegar a todo. De seguir intentando llegar a todo: mis niñas, mi madre… mi padre que se me iba.
Durmiendo a saltos cada rato que robaba a la vida, en cualquier sillón, en cualquier rincón, cuando el sueño, por fin, vencía a los pensamientos de impotencia.
Noches alternadas con mi hermana.
La noche que pasaba en mi casa, no dormía porque ansiaba estar al lado de mi padre. La que estaba en el hospital, no dormía porque apurábamos los últimos momentos que, sabíamos, se nos esfumaban.
Noches de manos entrelazadas, de viajes al pasado feliz y al futuro incierto.
De confidencias.
De paseos al baño ayudando a ese cuerpo que ya no era el de mi padre a que pudiera hacer sus necesidades que él, pudoroso siempre, aguantaba hasta que yo llegaba a su lado, por no pedirlo a mi madre, a mi hermana, a las enfermeras…
De intentos de que cenase para seguir resistiendo.
De risas amargas con los recuerdos imposibles de eternizar.
De charlas metafísicas agarrándonos al sueño del reencuentro más allá de los cuerpos estropeados y caducos.
Recuerdo una en particular. Imposible olvidarla.
Un anuncio en la televisión, una pregunta trivial:
- “si volvieses a nacer, ¿qué te gustaría ser?”
Unas miradas cruzadas, unos minutos de silencio. Y su respuesta:
- “sin dudarlo: si volviera a nacer, me gustaría ser tu padre”.
El veintiséis de octubre de 2005, al entrar en su habitación, por la mañana (esa noche había dormido mi hermana en el hospital), se despertó y me dijo:
- “uy, nena… ¿ya estás aquí? Qué bien… ¿puedes arreglarme la almohada?”
Y se volvió a dormir. Fue lo último que oí de mi padre.
Por la tarde, los dolores fueron tan horribles que los médicos, después de hablar con mi madre, le aumentaron la sedación.
Esa noche era “mi” noche.
Durmió tranquilo… con mi mano agarrada a la suya.
Hubo algún apretón (o quiero creer que hubo algún apretón).
Todo el día siguiente estuvo en coma.
Todos alrededor.
Mi madre, mis dos hermanas (incluso la que no he nombrado), nuestros maridos, los nietos mayores y yo.
Mis niñas cogiendo sus manos, diciéndole lo mucho que le querían.
Llantos serenos y palabras suaves.
El veintiocho de octubre de 2005, a las 7 de la mañana, murió.
De él heredé el amor a la poesía, a la lectura, a escribir.
Este fue uno de sus poemas:
Suave, frágil y tierna
como un pajarillo alegre,
como una gacela buena,
como una flor que no muere.
Como el perfume que embriaga
y como la luz que se enciende,
así eres tú, mi chiquilla,
como un premio que se obtiene.
Porque, así, vida mía,
con tus bondades perennes
encuentro paz y alegría,
recibo lo que tú tienes:
un trozo grande de Dios,
un corazón lleno de bienes.
Gracias, mi amor, por ser
tan dulce como las mieles.
Gracias por ser mi hija.
Gracias por ser quien eres.
Bueno, aquí estoy con la piel de gallina. Mi padre me llamaba nena, y murió un 4 de Octubre de cáncer de pulmón después de 4 meses terribles.
ResponderEliminarEl hueco que dejó en mi alma, sigue intacto, aunque ya no duele tanto.
Un abrazo muy muy fuerte.
No hay nada que decir a tu emocionante relato de la muerte de tu padre.
ResponderEliminarSeguro que a él le hubiese gustado leerlo.
Saludos.
Creo que ya conocía la historia, pero igualmente me he vuelto a emocionar.
ResponderEliminarUn beso, Ame.
te confieso algo: mi padre tiene nombre y figura de mujer; es mi adora mamá.
ResponderEliminarbesos
Me hiciste llover, Amelia.
ResponderEliminarEs una suerte haber disfrutado de alguien así; compenetrado contigo y sensible a las mismas cosas que tú. Yo siempre me quedo con eso cuando los que quiero se me van, con todo lo que hemos tenido la suerte de vivir y sentir juntos.
Te quiero, Ame.
Te mando un achucón emocionado.
Niña me has hecho lagrimear yo perdí a mi padre un 6 de agosto , cuando apenas tenia 10 años de edad,un gran abrazo.
ResponderEliminarSiento no haberte podido leer todo el texto, aún así te abrazo fuerte fuerte
ResponderEliminarAmelia,hoy tu entrada me ha encogido el corazón.A medida que iba leyendo iba recordando la historia de mi madre que también murió de cancer,con grandes padecimientos,con dolor y con unas ganas enormes de seguir viviendo...........
ResponderEliminarNo puedo seguir.Sólo cabe dejarte un beso
Nunca olvidarás a tu padre, Ame, no se desdibujará su sonrisa de tu mente, ni su olor, porque él está vivo en tu corazón...precioso poema te escribió,...precioso regalo de amor....mi padre también se fue en octubre, hace ya dos años...y todavía recuerdo la última vez que hablamos....besooss
ResponderEliminarCualquiera que llegue a leerte se dará cuenta que entre tu padre y tu habia algo muy especial.
ResponderEliminarCinco años si el es mucho tiempo pero a la vez es casi un suspiro cuando se tienen esos recuerdos tan marcado y cuando te dejó ademas de darte la vida el amor a la poesia, un amor muy arraigado, algo que también llega al corazón, .
Nunca dejes que se apaguen los recuerdos.
"Durmiendo a saltos cada rato que robaba a la vida, en cualquier sillón, en cualquier rincón, cuando el sueño, por fin, vencía a los pensamientos de impotencia."
ResponderEliminarEs tal cual .
Así son los momentos que pasamos junto a los seres que están a punto de partir y que tanto amamos.
Has hecho una narración conmovedora.Me ha conectado con mis propios recuerdos y parecidas despedidas.
Besos.
Es toda la noche que trato de llenarme de coraje para comentarte, Ame y cada vez que lo intento se me inundan los ojos, porque sé cuanto duele todo lo que dices, desde las curas hasta la ausencia, y no me queda que abrazarte fuerte , esperando no inundar tu espalda con mi llanto, pero hay una cosa que debes saber, no debes temer el olvido, porque no sucederá nunca cuando se ama con el alma llena como se ama a un padre y a una madre y a los hijos, cuando el amor es puro.
ResponderEliminarTe mando un abrazo fuerte.
Leo
Amelia, qué tristes son todos los finales, sobre todo porque son definitivos y no tiene sabor ni color, sino la incertidumbre de la duda y del querer recordar detalles que ya se fueron para siempre por más que intentemos reconstruirlos. Fue tu padre, según testimonio tuyo, un hombre admirable y bueno que llenó tu corazón y tu vida. Sólo puedo imaginar el vacío enorme que ha dejado en tu vida y que no se llenará jamás. No tengas temor. No olvidarás jamás sus facciones ni su voz ni su olor ni todas esas cosas que lo hicieron "él". Mientras estés viva y te acompañe tu mente, vivirá él en ti, literalmente. He sentido una honda tristeza y un inusitado regocijo leyéndote hoy. Tu padre, la historia de su enfermedad, de su sufrimiento y de su muerte, ha servido como un vínculo adicional para unirme más a ti, en sentimiento y en admiración. Es un gran privilegio ser parte de tu vida, que, a su vez, ser parte de la vida de tu padre. Te envío un abrazo apretado y largo. Tengo un pecho amplio y fuerte, para que te refugies en él y escondas tu cara, como estoy seguro hacías con él, cuando llorabas de niña. Tengo un poema que escribí a mi padre hace unos dos meses. Es un poema duro hasta cierto punto, pero escrito con gran amor y mucha sinceridad. Tu padre y el mío no se parecían en muchas cosas, excepto en el amor que ambos les tenemos. Aunque nada tenga que ver con tu viejo, el 28 publicaré mi poema a mi padre, dedicado al tuyo. Si no tienes inconveniente, así será. Amor es amor, en cualquier latitud y con cualquier padre. Un gran beso, sorgina. Ahora estoy llorando...
ResponderEliminarAy mi niña, que ayer no pude ni comentarte, todo mar de lágrimas que me dejaste.
ResponderEliminarEres linda y ahora sé muy bien de dónde viene la semilla, que te hizo ser así...
Gracias por compartir esta hermosura...
Besos, Ame, te quiero mi trilliza
Te mando un abrazo lleno de ternura. No sé que más decir, sólo que seguís juntos...
ResponderEliminarSiento la muerte de tú padre y el calvarío de tan terrible y dolorosa enfermedad. La naturaleza y la vida muchas veces son imjustas.
ResponderEliminarAunque su cuerpo no viva, vivirá su recuerdo en vosotras, y en algún momento hasta notaréis su presencia a vuestro lado.
Muchas cosas os uniría, tenéis en común la poesía, que como tú, también él era un gran poeta.
Un beso.
En mi caso fue mi madre. Siete de abril de dos mil cinco. Pero yo no tengo la fuerza que tú tienes para escribir (con tu detalle, con tu contundencia, con tu ternura, con tu amor) aquellos meses. Todavía me faltan las palabras. Gracias por hacerlo por mí
ResponderEliminarEs la primera vez que escribo en tu blog pero no es la primera vez que te leo.
ResponderEliminarSupongo que no es día, pese a que llego dos días tade, de hablar de la calidad de tus textos pero quiero que sepas, aunque yo no sea nadie, que la valoro mucho.
Leyéndote he recordado que cuando era pequeña mi gran miedo, imagino que como el de cualquier niño, era perder a mis padres. Hoy he vuelto a sentir ese temor.
Un texto muy emotivo Amelia... esto me recuerda que hay cosas que no estamos preparados para vivirlas sino para sobrevivirlas.
Lamento que esta fecha sea el recuerdo de un recuerdo amargo y un día donde no llegue el consuelo.
Precioso homenaje a su memoria e imagen...
¡no pierdas esa nebulosa evocación! De ese modo siempre estará vivo y contigo como el amor que te guardó en el poema.
Un fuerte abrazo y disculpame por ser hoy cuando ose a venir a hablarte a tu casa de complejidades a las que no podré ayudarte pero pensé que este era el momento más apropiado y necesario para darte mi apoyo.
Un abrazo Amelia.
ResponderEliminarSólo un fuerte y sentido abrazo.
No tengo palabras, todas están dichas. Solo un beso
ResponderEliminarUn bonito homenaje envuelto en ternura y tristeza. Un abrazo.
ResponderEliminarAmelia, sí llevabas razón.
ResponderEliminarUn beso.
Me he emocionado con tu recuerdo y su poesía, un hermoso homenaje a tu padre que sin duda dejó una herencia de amor y sabiduría. Un abrazo cariñoso
ResponderEliminarAme
ResponderEliminarEstoy convencido que se fue con amor de verdad y que el que se tranaspira en este homenaje, también le habrá llegado.
Por lo que es el texto, está escrito con el corazón, como dirían, "en carne viva". Tremendo.
besos