Se deslizaban las horas
por las sombras de las tardes atrapadas.
Los pies quebraban
las hojas secas
de un calendario.
Nadie llegaba con el ocaso.
Hasta los libros callaban su desahucio.
Unos mínimos escalofríos
de los tiempos de la ira
se atrincheran en mi costado.
Esa fue mi casa.
La que habité en la vigilia.
La luz se difuminaba
- a veces-
Otras,
sólo un espejismo
y una canción de mar.
Callada.
¡Qué bello y qué triste al unísono, Amelia! Agridulce recuerdo..., truncos fragmentos de felicidad y espacios de densa, impenetrable sombra, tal como describes. He sentido ese frío que se siente cuando se desciende por curiosidad o temeridad a una catacumba. También he olido la piel del mar y su hálito de macho caprichoso. Sol a mis espaldas y frialdad por dentro... Abrazo y beso para ti.
ResponderEliminarMe ha gustado.... mucho
ResponderEliminarbesicos
Hermoso como siempre.
ResponderEliminarsaludos
Me gustó,
ResponderEliminar"los pies quebraban
las hoja secas
de un calendario"
Se siente crujir el
tiempo y la soledad,
y de fondo un sonido
de olas.
Sabes llegar muy hondo.
Besos
Comparto el comentario de Marisa, profundizas magníficamente en los sentimientos y en este poema se traslucen los recuerdos de una niñez o juventud dejada ya en el andén de la vida,
ResponderEliminarRecuerdo con cariño tu estancia en Barcelona y espero se repita.
Un beso.
Siempre me han gustado en un poema las licencias poéticas y las metáforas, incluso me gustan los contrasentidos.
ResponderEliminar"los pies quebraban
las hojas secas
de un calendario"
Me gusta , casi así, sin más.
Saludos.
Las casas nos sirven para vivir; los hogares se llevan en el corazón allá donde uno va.
ResponderEliminarUn abrazo Amelia.
¡¡¡ Guapaaaaaaa!!!