Hoy compramos las naranjas que antaño
regalaban ancianas en las tribus.
En aquellos tiempos permanecían
abiertas todas las puertas de casa,
se escribía de noche a los geranios
y se inventaban palabras inútiles
que hacían estremecer los cimientos.
Luego llegaron jornadas extrañas,
con ocres cerraduras oxidadas
en las comisuras de las sonrisas
que apagaron las luces que miraban
mortecinas debajo de un flequillo.
No es preciso golpear con un mazo
ni sobornarnos con relojes de oro
para impedirnos regresar a casa,
al hogar seguro de nuestra infancia,
a disfrutar de las naranjas que antes
regalaban ancianas en las tribus.
Nada ni nadie puede impedirlo, la primavera ya está aquí, y el olor de los campos de naranjos en flor nos inundad de hermosos recuerdos.
ResponderEliminarSalud!
Hay palabras inútiles que guardan viejos recuerdos y añoranzas. Al leerte he vuelto a ellos y he pensado un poco sobre ellos.
ResponderEliminarUn abrazo en la tarde,
Rafael
Vya, me he asomado aquí al ver el comentario que has hecho en mi blog y me he quedado asombrada de la cantidad de enlaces que tienes. Muchacha, que barbaridad, que capacidad, que desparrame de energías...
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Yo soy poco de frecuentar blog, pongo en el mñio algo cada dia y lo olvido hasta el siguiente, pero haré por frecuentar a las nuevas amistades.
Un beso desde aquí
Puede que la memoria barnizada en palabras sea una inutilidad con sabor a melancolía; últimamente creo que es imposible no regresar a casa, quizás el dilema sea saber cuándo ingresamos a ella.
ResponderEliminarEnorme abrazo, en algún sitio de nuestras bocas siempre yacen frutas de la infancia.
Amelia, primera vez por tu espacio de casualidad !que bello!.
ResponderEliminarUn saludo cordial desde USA.
Divino.Y azul.Como siempre....
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