Decir adiós
cuando no caben más mordiscos,
arrancando pretiles y escuadras,
esas palabras que son
exactamente las que son,
las que aprendimos de nuestros padres
y fueron reídos balbuceos.
(Hubo un muchacho con voz de sangre
que enmudeció entre los trenes).
Y te resistes
porque temes al silencio de las afueras,
a esa oscura inquisición
en madrugadas de páramo.
Es inútil.
La boca sigue cerrada
pero escuchaste hace siglos
un grito de despedida.
Ya no queda
sino claudicar de las mordazas
y decir adiós.
De alguna u otra manera todos los días llegan; así como también llega el momento de decir "adiós". Cada cual tendrá una fórmula para pronunciarlo, pero todos se van caminando, de espaldas a su ombligo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo desde Argentina.
Gracias, Juan. Tú siempre me abrigas con tus comentarios. Gracias.
EliminarAdiós es la palabra más difícil de pronunciar, hay que aprender a hacerlo despacio.Un día, ya entrenados, surge sola. Escalofriante poema.
ResponderEliminarBesos
Elvira
El que tú hayas llegado hasta mi playa, querida Elvira, hace que esos adioses suenen a bienvenida. Gracias.
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