Azul Mar Eterno

Asómate a mi mar.
Confunde su azul con el cielo.
Mar traquilo y sosegado.
Mar Eterno.

SE BAÑAN EN MI MAR

martes, 10 de abril de 2012

"Manual para entender las distancias" se presenta en Madrid el 14/04/2012




 
MANUAL PARA ENTENDER LAS DISTANCIAS – MARCELO DÍAZ

Un libro nace con la armonía de un hijo. La vida siendo vida. Y, de alguna manera, vida permanente ya.
Es un parto de autor, autora, sin sexo. No hay género en la verdad, la que nos rodea, envuelve, penetra, con su cúmulo de herencias a la vez, la engendradora.

Hoy, Amelia, nos enseña su hijo que acaba de nacer. Tras la gestación inmedible de los años vividos.

Será con orgullo del bueno, el que deviene del trabajo, de la fe, de la búsqueda. De crecer en sí misma para no ser sometida por cualquier cosa.

Será con honradez, porque a la poesía que se hace desde las entrañas le cabe este honor y esta luz.

Será con compromiso, porque hay poetas, poesía, que solo saben decir lo que piensan y lo que sienten porque es un mismo verbo que anida las palabras nunca corrompidas. Un sentimiento y una palabra filtrados, nunca fruto de la incontinencia, porque la verdad no es la brusquedad sino un aliento bruñido.

Todo ello posible, imprescindiblemente, porque mira al Ser humano desde cada ser humano.
Y es posible porque no se ha perdido por el posible, legítimo, pero algo cobarde, regodeo en lo circunstancial o sesgado, sin la mirada que debe ser recta. Al fin y al cabo, un esquivo de lo justo, lo debido. Un esquivo a la vida. Pecado que no comete un poeta.
Y, aunque cupiera la mejor estética, tendría la traición de hacerlo con la cabeza debajo del ala o la omisión del deber irrenunciable de un poeta de mirar la vida y los que la viven. Todos. Y hablar de ella y más que nadie pues nadie como el poeta tiene esa esencia.

En Manual para entender las distancias, Amelia nos habla de distancias diversas. Unas, muy personales. Otras, más universales. Todas ellas íntimas y llenas de la explicitud que el lector agradece. en ese humanismo son generalizables.

A veces, la idea valiente, una poesía como pensamiento (Miguel Casado), está en todo el contenido del poema. Otras, está, convergente y plural, en ese terreno aparentemente corto, pero alma y sillar del metalenguaje poético, que son las imágenes.

Aquella época caduca, todavía practicada, de la cabellera de oro o los dientes de perlas, tiene hoy otro hallazgo creativo y reflexivo. Patente cuando nos los descubre la mirada aguda, la exigencia creativa, la posición intencionada y un intento más amplio, más profundo y más comprometido de entrar, mostrar, acercar al ser humano el ser humano.

Así, cabe un pensamiento u otro. Incluso la ausencia de un pensamiento, que ya lo es en forma de superficialidad y cobardía. Y yo diría que hasta crimen poético. Como así está ocurriendo con tantos poetas y libros bien armados y, en su estética buena pero huera, no son sino altares de humo y vacuidad, que no hacen sino olvidar, negar al Ser humano, mirando a otros lados, dulces pero engañosos.

Tal vez es exigible que todos estuviéramos apoyando y convergiendo en esa implantación del Hombre, del Ser humano y en cualquier forma de arte que quepa esto en mayor o menor grado. Pero, al poeta, porque su esencia es lo humano y su herramienta y material es la palabra, con la que todos nos comunicamos, cabe exigirle el máximo sin paliativos. Alguien debe representar y ser ese venero de brío puro e intacto.

Amelia ejerce ese dolor dulce, este compromiso irrenunciable, esta posición no exenta de peligros. Pero tal vez no sabe ir por otro sitio. Esa torpeza que tanto nos orienta a otros.

En Amelia encontramos imágenes rotundas, nítidas y llenas de pensamiento y opción humanistas. Compromiso humano.

En esas distancias de las que nos hace su manual expresivo como un susto que acepta más que como una guía que sería seguible solo por ella misma, una de esas distancias es la suya propia.
Citas:

es el pulso de las estrellas


en los pastos de las regiones rubias
de los hombres sin espinas,
...
dioses de papel


yo, aquí, en el llano,
veo cómo te alzas


cubro de ramas mis pechos
para que aniden tus manos


hay una jaula de música vacía


buscando la senda antigua
de los tiempos imperfectos


premoniciones
del gesto cautivo de un jarrón
donde marchitan las rosas


las noches
duermen un sueño quimérico
en la lengua antigua de los peces


y el espigón
cierra triste
los ojos del verano


Y todo el crescendo del poema XIX como una herida que revienta.



Otras veces, es la generacional, el hilo inevitable de la biografía terrible en su secuencia imparable que nos renueva individuo a individuo llenando la memoria de comprimidos capítulos de sabiduría impuesta, pero todo bello en la cochura del amor.


se cuela el viento que gime
con los sonidos antiguos
de todas las voces nuevas
que susurraron amor


Y todo el poema a su madre que desalojó los fantasmas de todos sus pasillos y ahora cuenta del diez al cero las nubes.

Las horas de navegar sin vela anclado a esa silla compañera con que nos habla de la discapacidad.

Otra distancia se hace en el azar subyugante del amor que nos hiere y nos desaburre y nos comprime y nos agranda. Nada como el amor para saber cuáles son nuestras dimensiones móviles y desarropadas.

Y, cómo no, las distancias entre las propias personas. las que duelen por tantos que quieren ser solo ellos. Y los dolidos, que tantas veces, tantos millones van con su vida perdida en el hambre, la guerra, el olvido, la ignorancia. Con la única vida perdida.

se han perdido los niños en la arena
que amortaja el aceite de las piedras


nuestros hijos son trigo brillando
en la apatía de la noche
...
juegan al fútbol descalzos
y a la guerra
con munición real


Y todo el poema de Somalia que nos levantará, al menos por un instante, de nuestro asiento y nos pedirá hacer algo, a ver si antes de que menguando en el llanto, no sea más que un charco en el pasillo.

Y ese dolor rebelde con que nos advierte de que solo nos queda apagar las hogueras y asfixiarnos con el humo de los rescoldos.


Confieso no solo mi preferencia hacia la poesía y poetas que no callan esto, sino que lo dicen. Y confieso, también, que detesto y me hiere la cobardía y la impostura de otros, aunque solo fuera porque  hacen una opción que consiente tanta injusticia desde su silencio, desde su omisión o mirando para otro lado.
Pero es que, también, buena parte de esa poesía, de esos poetas, milita con muchas formas de acción e inacción para que lo malo no cambie.


Y, finalmente, reconocer en su libro, en este Manual para entender las distancias, el esfuerzo, la depuración, la exigencia que tanta falta hace después de esa tierra preparada, de ese sentimiento fértil. De la gestación constante, de esa explosión expresiva que lleva al poeta a escribir. Y la elección de los recursos literarios propios del metalenguaje poético para que su voz no sea solo una exclamación, un grito, sino una tierra más amplia, una sugerencia abierta y una posibilidad de que cada uno la complete en su riqueza interior.

En ese orden se hace la belleza. Especialmente la belleza de la poesía que hiere con azúcar, remueve lo quieto asaltándolo con un golpe que luego te deja en paz y luz, que abre pozos que todos tenemos y se queda en nosotros crecido ya en alimento renovador.


Marcelo Díaz, diciembre 2011







3 comentarios:

  1. Te deseo todo el éxito del mundo. Te lo mereces.

    Me gustaría tenerlo. Cómo?

    Abrazos. Soco

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  2. Hola, Amelia; cómo estas? Dónde puedo encontrar tu libro?

    Besos

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  3. Amelia, deseo larga vida y éxito a tu hijo que acaba de nacer
    Felicidades y Enhorabuena a su feliz mamá.
    Un abrazo
    Ángel-Isidro.

    http://elblogdeunpoeta.blogspot.com/

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