Fotografía: Amelia Díaz |
Son las horas de los pájaros negros.
De las palabras sin eco.
Del dolor que no cabe.
De la desolación.
Los ojos oscuros del camino
saquearon la luz.
Mas tú perduras, inmortal, en lo invisible.
Con el rostro sereno del que se sabe
caricia en el pensamiento.
Como el gesto amable de las olas
reiteradas en la arena.
Para mi amigo Rafa Trillo-Figueroa, que se ha ido antes de tiempo.
precioso sencillamente precioso
ResponderEliminarHermosa despedida, Amelia ... si es que hay una despedida hermosa.
ResponderEliminarbssosss
este poema es una caricia tan tierna como desgarradora...
ResponderEliminarAdmiro profundamente tu sensibilidad e inteligencia poética ,para poder poner en palabras lo que el corazón dicta.
Besos
Podemos perder la luz fácilmente y sin aviso, pero siempre quedara un mecha encendida para recordarnos su presencia. Te acompaño en el sentimiento y te mando un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarUnos versos hermosos para una amistad eterna.
ResponderEliminarDirecto al corazón. Un placer leerte. Salud !
Hay momentos donde la emoción vale más que todo lo demás. En este poema hay emoción y me conmueve: Eso me basta. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarLeo
... de esas despedidas que se repiten en el tiempo; cada vez que el recuerdo nombre algo único, como una palabra, un chiste, un gesto, algo tan cotidiano e inmenso que nuevamente detrás de la conciencia se despierten las olas del mar y avancen hacía la costa, amables, persistentes, retirándose en la arena. (esa imagen del final me gustó mucho).
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Directo del corazón, y se nota.
ResponderEliminarAbrazo, Amelia.